Historia abreviada de un drama personal

miércoles, 14 de abril de 2010 | | | |

De cómo unos médicos del extinto Seguro Social, apáticos, incapaces e irresponsables, me dejaron en silla de ruedas por el resto de mis días…

Por: Óscar Cormane Saumett elhijodemere@hotmail.com

‘La salud no lo es todo, pero sin ella, todo lo demás es nada’

Corrían, con imparable ansiedad, los días del ingrato año 2002, cuando, sin aviso previo, sin el menor de los presagios, una aciaga mañana, mientras caminaba y silbaba ‘Matilde Lina’, seducido por el aroma encantador de una parranda matinal cercana, resulté tendido en el pavimento sin fuerzas para levantarme… ni siquiera para sentarme…

Comenzó entonces mi sombrío transitar por los insondables vericuetos administrativos y médicos de la nefasta entidad, a la sazón, llamada Instituto del Seguro Social, conocida por sus mortíferas y exterminadoras iniciales, ISS, empresa en la que a diario se cometían y se siguen cometiendo las más grandes e impensables injusticias contra quienes, - como yo- han tenido el infortunio de terminar vinculados a ella, por una u otra razón.

Las variaciones en la razón social no son más que eso: La tal Nueva EPS, es peor que la anterior, puesto que sigue siendo una guarida de médicos y empleados inoperantes, vergonzosamente negligentes.

Digámoslo de una vez: La institución citada no es otra cosa que el más grande compendio de funcionarios ineptos e indolentes y profesionales médicos incompetentes, gandules de marca mayor, ineficaces extremos, y al parecer, detentadora de una extraña licencia para atentar en materia grave contra la salud de quienes hemos tenido la desgracia de caer en sus enmarañados procedimientos de oficinas, o en manos de sus discutibles profesionales en todas las áreas de la salud.

Creo tener razones para decirlo…

Un internista sin discernimiento

Retomemos la historia: Aquel día, una vez trasladado al servicio de Urgencia de la Clínica del Seguro, después de valorado por Medicina General, difícilmente acostado en una antediluviana camilla, en un pasillo húmedo y sombrío, de paredes escarchadas, apareció un Médico Internista, que luego de escuchar mi relato, sin la mínima pesquisa, como por arte de magia, me espetó: “Tú no tienes nada neurológico… Vete para la casa… Miré con insistencia, buscando el sombrero y el cubilete, pero nada encontré… ¿Seguro? Pregunté… Seguro, contestó… Yo respondo”…Todavía lo estoy buscando para que responda. (PRIMER ERROR)

Como debo abreviar, puesto que la historia con detalles resultaría muy extensa, no señalaré pequeñas y medianas equivocaciones cometidas a lo largo de mi padecimiento, en temas como resultados de exámenes de laboratorios, resultados de electrocardiogramas y prescripción inadecuada de medicamentos. Sólo contaré los errores centrales, que fueron al final, los factores determinantes de mi lamentable estado de salud actual.

Por el inusitado incremento de mis limitaciones físicas y motrices, me volví asiduo visitante del Seguro Social, hasta que por mi insistencia, -no por obligada decisión de ellos- fui remitido a Neurología. El ilustre profesional que me atendió, luego de los exámenes y resonancias de rigor, semanas después, determinó que yo padecía Esclerosis Múltiple Primaria Progresiva…(SEGUNDO ERROR)

En virtud de lo anterior, me fue prescrito el tratamiento universalmente adoptado para tan fatídica patología, por cierto, aún sin cura a la vista a pesar de los rutilantes avances de la medicina en diferentes áreas.

Este punto es particularmente importante, (Diagnóstico equivocado) en razón de que el tratamiento indicado de por vida, a más de permitir el incremento de la patología realmente sufrida por mí, sería también responsable con el paso del tiempo, de la aparición de otras enfermedades, como la diabetes, jamás antes detectada, sino en esta fase, como resultado de la exagerada ingesta de prednisolona.

Vale anotar, que nadie me advirtió sobre la cercana posibilidad de que el prolongado empleo del medicamento citado, me produjera la aparición de la persistente y malévola diabetes. Creo, que en tales casos, el paciente debería tener el derecho de conocer opciones y tratamientos alternos.(TERCER ERROR)

Resignado a la esclerosis

Ya con el tenebroso diagnóstico, y con mi mayor voluntad de cooperación como paciente, comenzaron casi cinco años de sometimiento al medicamento especial (no comercial) INTERFERÓN BETA, aplicaciones interdiarias, vía intramuscular, complementadas con PREDNISOLA, vías oral y venosa.

Mis días empezaron a no tener sentido. Cada mañana, intentaba comprobar el inicio del tan anunciado deterioro de mi cuerpo, especialmente en extremidades y en aspectos tan sensibles como la audición y la visión, determinados con claridad en la literatura médica como secuelas del padecimiento de la Esclerosis Múltiple.

En apariencia, nada ocurría. Mis extremidades no se deformaban, y la dificultad para caminar en esta fase del problema, intentaba compensarla, -por mi cuenta- con el empleo de bastón, muletas, caminador, en su orden, hasta llegar a la silla de ruedas, de donde al parecer, no volveré a levantarme.

De tan terribles vaticinios, -que aniquilaron mi alegría y volvieron tremulante a mi festivo corazón- el referido a la pérdida del habla, era particularmente preocupante. Mi compañera de siempre, Muñe, -camino que cruza mis montañas- tuvo la sinceridad de decirme una mañanita, mientras me lanzaba una mirada entre lastimera y cariñosa y me daba un besito de café:‘Cormane… el día que no hables… te llevaremos a enterrar… es como si estuvieras muerto…es la misma vaina’…

Y aquella mañana, por elemental precaución, -dijo ella que ‘sin pensar con el deseo-, salió ‘a comprarme un lotecito’ en Jardines de Paz, por supuesto, a crédito. Ustedes pueden comprobarlo: Es el único lote en el camposanto mencionado, que aún sin la posesión del difunto, luce un epitafio: ‘Cóndores no entierran todos los días’… ¡Cosas de mi proverbial modestia!...

¿Verdad que son médicos?

De ese modo, pasaron más de cuatro años, sin que se produjera ningún hecho para resaltar en el curso mortificante y perverso de mi enfermedad. Y así estaríamos, si una madrugada cualquiera, una fuerte crisis, no hubiera obligado a Muñe a llevarme al pomposamente llamado ‘Servicio de urgencia del ISS’.

Llamados los neurólogos contratados bajo la figura conocida como ‘disponibilidad’, que les obliga a concurrir a la institución una vez alertados, para el tratamiento de casos graves, los más acreditados discípulos de Hipócrates en Santa Marta se negaron a atenderme. No estaban dispuestos a abandonar sus cómodos aposentos para atender a un ciudadano del común, sin credenciales, sin charreteras, sin biblia y sin crucifijo…

La insistencia de Muñe hizo que una malhumorada enfermera, al fin compadecida por la angustiosa situación, puesto que yo ni mi nombre recordaba y había perdido totalmente el sentido de localización, llamara al último de los neurólogos disponibles, no sin advertir que se trataba de un neurólogo pediatra. Y el hombre apareció… ¡Por fortuna! ¿O debo escribir: ¡Gloria a Dios!?... No creo... ¿Aleluya?... ¡Tampoco!

Así, el doctor Vladimir De la Cruz Restrepo, samario, con estudios en México y Brasil, ordenó de inmediato mi traslado a la Clínica General del Norte, en Barranquilla, por estimar la presencia de un delicado ‘coma diabético’, al tiempo que hacía constar que se apartaba del diagnóstico de ‘esclerosis múltiple’ con el que sus colegas habían rotulado disolutamente mi enfermedad.

La opinión del galeno samario fue respaldada en principio por internistas y neurólogos de la Clínica del Norte. Mas exámenes… más resonancias… más estudios. Conclusión: Cáncer de médula. Decisión: Intervención quirúrgica urgente. (CUARTO ERROR)

Pocos días después, atónitos los médicos tratantes por el descuido de sus colegas samarios, que permitieron el desarrollo y crecimiento de un tumor que llegó a cubrir nueve de mis vértebras, que se mostraba en las más de 15 resonancias magnéticas realizadas, curiosamente tampoco advertido por radiólogos y fisiatras, y agotados los protocolos estipulados, los dos más prestigiosos neurocirujanos de la entidad citada, acometían la misión de extraer de mi médula la masa tumoral ignorada hasta entonces, no sin antes explicarme los varios riesgos existentes en cumplimiento de tal propósito.

Es el llamado ‘consentimiento informado’ que deben rubricar los pacientes frente a circunstancias de riesgo. Sin duda, es un documento redactado por Poncio Pilatos o por alguno de sus más aventajados discípulos, que exonera a los brillantes especialistas de responsabilidad alguna, y hace sentir al paciente como cualquier ‘rata de laboratorio’.

Ocho horas duró la operación. El equipo médico científico reunido para el caso, creyó haber cumplido con su deber. La muestra tomada es entregada al Departamento de Patología, para la realización de la biopsia correspondiente, a fin de establecer el derrotero a seguir.

Aquí viene lo bueno...

La intervención de Patología arroja un resultado sorprendente: El volumen de la muestra tomada no resultó suficiente para el análisis, y por tanto, se recomendaba la práctica de otra operación, a fin extraer una muestra mayor… (QUINTO ERROR)

Los neurocirujanos de la Clínica del Norte ponen ‘el grito en el cielo’… Se niegan a repetir una intervención tan difícil y riesgosa. El líder del grupo se la juega… Le apunta a su capacidad y a su experiencia, y ordena ipso facto, desde su infinito horizonte sapiencial, la práctica de sesiones de quimioterapia, a fin de trancar la diseminación del cáncer. Metástasis, dicen ellos…los que saben… (SEXTO ERROR)

Muñe, -camino que cruza mis montañas- pensando en las conocidas secuelas del procedimiento ordenado, en vez de llorar, me compra una cachucha con el escudo del Unión Magdalena, ‘para que te tapes la cabeza pelá’, afirmó con tristeza mientras me la entregaba…

Todavía me quedaba algo de orgullo: Admitiendo la gravedad de mis circunstancias, me negué de manera firme y taxativa a usar un implemento ‘con el símbolo de un equipo tan malo… está bien que me estoy muriendo Muñe, pero así tampoco… ¡eche!...’

Aquella negativa fue suficiente para que ella tomara un repentino aire, y decidiera, ‘¿sabes una cosa Cormane?... no voy a dejar que te hagan esas terapias… mejor nos vamos para Bogotá… vamos al Cancerológico… pase lo que pase… cueste lo que cueste’… y mientras devolvía la gorra del Unión a una bolsita salmón, remató, en evidente paradoja: ‘Allá de pronto te compro una de Millonarios’…

Unos días tan grises como mi suerte

Como siempre ha sido, Bogotá me entristece… Y por aquellos días, rotulado como ‘enfermo de cáncer’, mucho más… El incansable hormigueo de enfermos terminales a mi alrededor, aumentaba mi crisis emocional. Otra vez, debí esperar el cumplimiento de los angustiosos protocolos.

Ya en manos del más reputado neurocirujano de la entidad, siempre prudente, y en

‘Junta de Tumores’ a la que debí concurrir, aquel profesional no pudo evitar un gesto de desaprobación y vergüenza al revisar la historia clínica y el arrume de resonancias magnéticas y estudios radiológicos de toda clase.

Su opinión fue lapidaria: ‘Mire señor Cormane… usted nunca tuvo Esclerosis Múltiple… Tampoco cáncer… La prescripción de las quimioterapias resulta inconcebible… Su problema es conocido como Siringomielia y aparece claramente detectado en la primera resonancia magnética que le fue practicada, hace cinco años’…

Y señaló con destreza un punto blanco y llamativo consignado en la placa que guardaba el estudio. Agregó: ‘Como resultado del insólito descuido, el tumorcito creció, abrieron su médula… y por tanto, señor Cormane, hágase a la idea de no volver a caminar…Además, le informo que la muestra extraída alcanza y sobra para cualquier estudio’, concluyó, con la anuencia del patólogo presente.

Otro de los especialistas participantes, añadió con aparente ‘humor negro’. -que sólo él festejó en la tensionante reunión- ‘y dígales a los médicos de Santa Marta que dejen de tomarse tantas fotos en la estatua del Pibe Valderrama… que se pongan a estudiar…’ A pesar de mis razones, le ‘menté’ la madre en voz baja al ‘cachaco gracioso y perrateador’ autor del venenoso apunte.

De vuelta a Santa Marta, ya sin esperanzas, impelido por todo el mundo a dejar las cosas ‘en manos de Dios’, porque ‘para él no hay cosas imposibles,’ he pasado estos últimos años en medio de una ordalía incomparable, al lado de mamá, de Muñe y de mis hijos… Ya pocas cosas me interesan…

Mi memoria ha perdido lucidez. El siquiatra lo llama ‘pérdida de memoria reciente’… y aunque he querido olvidar los nombres de los ‘brillantes profesionales’ que redujeron mi existencia a una silla de ruedas, no lo he conseguido…

Las consecuencias de tantos errores graves, convirtiéndome en víctima de la denominada ‘mala praxis’, ya comienzan a presentarse, con obvias y graves complicaciones… El recuerdo maléfico y siniestro de quienes ‘me jodieron’ de por vida, incrementa mi obstinado insomnio…Aunque un poco a la distancia, he vuelto a ver a algunos de tales personajes… se les nota exitosos y resplandecientes… respetados y felices… ‘¡listos para la foto!’... No hay duda: Jehová está con ellos…





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